El gran número de autorretratos pintados por Van Gogh, que aparentemente facilitarían obtener un retrato claro de su verdadero rostro, también han contribuido a des dibujarlo a causa de la diversidad y cambiante fisonomía que presentan. En cierto modo se puede decir que mentalmente cada uno ha colocado un rostro a su figura, un estereotipo que en cualquier caso, siempre será una abstracción más o menos compleja o simplificada pero siempre alejada de la realidad.
Enjuiciando en estos autorretrato sólo su carácter figurativo, su valor como captación de una realidad física reflejada por un espejo, hemos de convenir que tras una visión comparativa, estos rostros presentan tan claras y notables diferencias que podrían hacernos llegar a la conclusión de que no pertenecen al mismo sujeto. Su transformaciones y diferencias morfológicas, son a veces tan grandes que diluyen la posibilidad de reconstruir en nuestra mente una efigie concreta del personaje.
Autorretratos de Vincent Van Gogh:
1886
1887 - 1888
1889
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